domingo, octubre 31, 2010

Erich Fromm

A 110 AÑOS DEL NACIMIENTO

Erich Fromm, un gran humanista

Domingo 31 de Octubre de 2010 |

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Por Santiago Furlotti
Para LA GACETA - Tucumán

Erich Fromm nació en Frankfurt, en el año 1900. Estudió sociología en la Universidad de Heidelberg bajo la dirección de Alfred Weber. Posteriormente descubrió la obra de Freud y la investigó profundamente. En 1934, tras la toma del poder por el partido Nazi, emigró a los Estados Unidos. Allí desarrolló una importante labor editorial, publicando varios libros sobre las tendencias autoritarias de la sociedad contemporánea en los que se separa marcadamente de la teoría original freudiana. Hacia 1950 se trasladó a México, dedicándose a la docencia y a la investigación. En los años posteriores se vinculó con los movimientos pacifistas norteamericanos y fue un destacado oponente de la guerra de Vietnam. Se alejó de todo apoyo al socialismo de Estado, sobre todo del modelo totalitario soviético, y criticó la sociedad de consumo capitalista. Se consideraba a sí mismo como partidario de un socialismo humanista y democrático. En el año 1965 se retiró y tras unos años de viaje, se instaló en Suiza. Murió en el año 1980.
Sus ideas
Erich Fromm publicó numerosos trabajos durante su vida. Entre ellos se encuentra El miedo a la libertad, el cual alcanzó prestigio internacional y fue reeditado numerosas veces. En esta obra magistral, el pensador alemán describe un proceso que tiene lugar en todos los seres humanos y que se puede denominar "proceso de individuación". Cuando un niño nace, deja de formar un solo ser con su madre y se transforma en un ente biológico separado de ella. No obstante, el niño permanece unido funcionalmente durante un período determinado. Los lazos que unen a un individuo con sus padres antes de que el proceso de individuación haya llegado a su plenitud, reciben el nombre de "vínculos primarios". A medida que pasa el tiempo, progresivamente comienza a darse el proceso de individuación. El sujeto se va liberando de los vínculos primarios de la niñez estableciendo relaciones (en la escuela, el club, el trabajo, etc.) con personas que no forman parte de su familia. Esta nueva situación implica una importante tarea: abrirse camino en el mundo por sí mismo como un individuo independiente, sin que mamá y papá estén brindado su protección y su cuidado. Es decir, a medida que los seres humanos crecen y de desarrollan, deben aprender a asumir su propia existencia dejando atrás el cálido refugio de los padres. Sin embargo, este proceso mediante el cual nos convertimos progresivamente en individuos independientes implica, muchas veces, soledad y angustia. Los vínculos primarios con lo padres ofrecen seguridad y protección frente al mundo circundante. Cuando estos desaparecen, el sujeto puede experimentar la incertidumbre y la soledad ante las responsabilidades que se presentan y que deben asumirse. Mientras se encontraba al amparo de los vínculos primarios ignorando las implicancias de la acción individual libre, no había razones para temer. Pero cuando alcanza la condición de individuo, se encuentra solo y debe hacer frente a todas las dificultades que el mundo presenta.
Fromm señala que, frente al proceso de individuación, pueden adoptarse dos actitudes. Una de ellas es aceptar la condición de individuo libre afrontando con madurez las dificultades que se presentan. La otra es recurrir a "mecanismos de evasión" para evitar el esfuerzo que significa asumir responsabilidades. Este segundo camino, según el pensador alemán, es bastante común en las sociedades contemporáneas como consecuencia del miedo a la libertad. El temor a ser individuos libres conduce a buscar lazos que sustituyan los vínculos primarios que se han perdido. El individuo considera la libertad como un peso insoportable y experimenta una intensa angustia. En tal situación, siente la urgente necesidad de hallar a alguien a quien pueda ceder esa libertad para que decida por él. De esta manera, siente el aparente sosiego de no tener que elegir por sí mismos. El sujeto deja de ser él mismo adoptando las pautas impuestas por la sociedad en que vive. Las diferencias entre él y el mundo desaparecen y, con ellas, el miedo, la angustia y la soledad de elegir por sí mismo. La persona se despoja de su yo individual y se convierte en un autómata, idéntico a millones de otros autómatas que lo circundan. Este comportamiento se denomina comúnmente "masificación".
Según Fromm, nuestra cultura conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la espontaneidad y a la sustitución de ideas originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos desde afuera. Aquello que la educación no puede conseguir, se intenta realizar a través de la presión social. Esto trae como consecuencia el empobrecimiento de la persona individual y el surgimiento de la debilidad y de la inseguridad. El individuo piensa, siente y quiere lo que los demás consideran que debe pensar, sentir y querer. La victoria de la libertad es solamente posible si la democracia llega a constituir una sociedad en la que el individuo, su desarrollo y felicidad constituyan el fin y el propósito de la cultura; en la que la vida no necesite justificarse por el éxito y en la que el individuo no se vea subordinado ni sea objeto de manipulaciones por parte de ningún poder exterior a él. El progreso de la democracia consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y espontaneidad del individuo, no solo en determinadas cuestiones privadas y espirituales, sino esencialmente en la actividad fundamental de la existencia humana: su trabajo.
© LA GACETA

Pablo Santiago Furlotti - Profesor y Licenciado en Filosofía de la UNSTA, investigador del CONICET.

miércoles, octubre 20, 2010

Razón de Estado, corrupción y desencanto


Humanismo cívico (3): Razón de Estado, corrupción y desencanto
La noción de ‘bien común’ se trastoca en el ‘interés general’, es decir de la ética se pasa a la técnica realizada por ocultos expertos; y al desarraigar la ética de las prácticas vitales la moral se convierte en un conjunto de normas abstractas
Enrique Cases
“Vivimos una ficción y esa ficción se ha tornado inhabitable” escribió Havel en el derrumbe comunista del 89, pero el muro de Berlín cayó hacia los dos lados. Hacia el Este, el vacío del sistema totalitario; al Oeste, la oquedad cultural del Estado del bienestar cuya insolidaridad provoca, paradójicamente, un creciente malestar. Manifestaciones de la insolidaridad del Oeste se han advertido en la poca ayuda con los nacientes países que surgen del comunismo o en la pasividad ante el genocidio balcánico.

La ‘razón de Estado’ intenta justificar lo injustificable, y da lugar a lo que Tocqueville llamó “despotismo blando”. Mantendrá formas democráticas con elecciones periódicas, pero en realidad todo se regirá por un inmenso “poder tutelar” sobre el que la gente de la calle no tendrá apenas control. Taylor argumenta que cuando se disminuye la participación de los ciudadanos y a las asociaciones sociales se las desmotiva y se cierra el circulo vicioso del despotismo blando, el atomismo del individuo absorto en sí mismo da ese fruto. El problema no está en la contraposición de lo individual y lo colectivo, ni entre lo privado y lo público (los ejes de la primera modernidad), sino en la quiebra entre el aparato burocrático y la vida real de los ciudadanos y las sociedades que ellos configuran.

La separación entre moral personal y ética pública parte de separar al conjunto de personas de las decisiones éticas. Al desarraigar la ética de las prácticas vitales la moral se convierte en un conjunto de normas abstractas. El humanismo cívico presupone que los hombres y mujeres son capaces de conocer lo que es bueno y lo mejor para una sociedad. Esto lleva a un pluralismo político no relativista. La discusión de cualquier tema o ley debe ser racional y llevar al convencimiento de que esa ley discutida es justa en sí misma, y eso es muy importante en las convicciones de la sociedad en cuanto a las verdades prácticas.

La postura agnóstica que priva a los participantes de opción en el debate “por el bien de la paz” arrebata la posibilidad de un consenso nacional. Al partir del convencimiento de que el pluralismo genera antagonismo reduce las normas a un procedimiento que se basa en la autoridad y no en la verdad. Se partía de la libertad y poco a poco se da un deslizamiento a situaciones cada vez más estáticas y menos respetuosas con el valor de las personas.
De este modo el ‘bien común’ se reduce porque se desconfía en los ciudadanos y se alude a las guerras de religión, los magnicidios, las revoluciones, los nacionalismos, los fundamentalismos… como prueba de la poca fiabilidad de los ciudadanos privados, y se recurre a los expertos que son los únicos detentadores de la verdad pública. Así se va perdiendo el aliento vital y se esfuma incluso la distinción entre lo humano y lo no humano, se pierde la espontaneidad buscando el control y se va al fracaso social.
La noción de ‘bien común’ se trastoca en el ‘interés general’, es decir de la ética se pasa a la técnica realizada por ocultos expertos. De este modo la separación entre los ciudadanos y los políticos crece y unos pocos funcionarios acumulan poder no compensado como era el origen de la democracia, como en una enfermedad senil. La desconfianza –el mayor enemigo de la ética- se extiende por doquier. Los ciudadanos de las democracias consolidadas experimentan un desencanto por desintegración de la textura social. La democracia socava sus propios cimientos al intentar borrar la argumentación moral y religiosa para un consenso de hecho que empobrece el propio discurso político y erosiona los recursos éticos y cívicos necesarios para una participación efectiva en el autogobierno democrático.

lunes, octubre 18, 2010

Construir la paz


ALGO MAS QUE PALABRAS

Construir la paz

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha reinventado un saludable propósito: construir la paz en la mente de los hombres. La gran asignatura pendiente. Es un llamamiento a todos. Hay que hacerlo con aquello que nos une. Hacerlo ya. Adoptar una actitud comprensiva con respecto a los lazos que nos conectan con cada persona y con cada grupo en el mundo. Desde luego, la paz hay que ganarla todos juntos, con un lenguaje que confluya en el corazón y en la mente de cada uno. Sin armas. Con alma. Por desgracia, en menos de una década han aumentado en la mitad los gastos militares mundiales. O caminamos todos unidos hacia el desarme, o nunca hallaremos la paz, porque la guerra es una entelequia de un mundo descerebrado temible y tremendo, que hay que cambiarlo. La revuelta se cimienta con una mente abierta y con una regenerada conciencia colectiva.
En la mente de los hombres, sin duda, hay que injertar la promoción de la supervivencia humana, la seducción por las cosas bellas. La belleza, en su hondo sentido, ha de ser renombrada como lo hicieron los antiguos, al florecimiento de la virtud, que nunca fue fácil cultivarla. Ya lo advirtió en su tiempo Cervantes, con aquella frase célebre de que ``la senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio, ancho y espacioso''. Todo en el mundo parece enviciado. La inmoralidad inherente a formas de vida esclavas y poco solidarias, nos las tragamos y padecemos sin apenas decir nada. Junto al aluvión de desenfrenos, que no tienen nada de humanos, son bestiales, la maldad tiene licencia permanente. Todas las perversiones las engullimos. Y claro, la capacidad regenerativa del planeta tiene un límite. Nuestros derroches consumistas pasan factura a los recursos, que cada día tenemos menos. Como siempre, los pobres son los grandes sufridores. Van a seguir siéndolo, porque se continúa invirtiendo más en armas que en educación.
Para construir la paz en la mente de los hombres hace falta, de una vez por todas, hablar claro y hondo. Por lo pronto, mandar callar a los que sólo practican la virtud para conquistar reputación. Acto seguido curar a los soberbios. Posteriormente, excluir del poder a los que permiten que la crueldad gobierne los caminos de la vida. La semilla del bien no prende, ni reprende, porque todo se gasta y se malgasta, sin freno alguno, y lo que es peor, dañando a las personas más débiles con la relajación de todos.
Escritor español.
corcoba@telefonica.ne


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sábado, octubre 02, 2010

Mutualismo


 Sábado 2 de Octubre de 2010 

Significado de Mutualismo

El mutualismo (del latín mutuum, mutuo o intercambio[1]) es una antigua corriente del pensamiento anarquista, que puede ser atribuida a los escritos de Pierre-Joseph Proudhon, y que propone una sociedad futura sin Estado donde la propiedad de los medios de producción pueda ser individual o colectiva siempre que el intercambio de bienes y servicios represente montos equivalentes de trabajo. A partir de este esquema se construiría la sociedad mutualista que funcionaría asociando de forma libre a los productores en federaciones de industria que organicen la cooperación y reemplacen a los empleadores, extiendan certificados de tiempo-trabajo y préstamos a sus miembros, se hagan cargo de los productos finalizados, pacten servicios de policía, intercambien con otros grupos de comercio para su beneficio mutuo a través de una federación central habilitando a sus miembros para utilizar su crédito, y asimismo asegurarlos frente a las pérdidas.
El mutualismo está basado generalmente en la teoría del valor-trabajo que sostiene que cuando el trabajo o lo que este produce es vendido, en intercambio, este debe recibir bienes y servicios que abarquen "el monto de trabajo necesario para producir un artículo exactamente similar e igual utilidad". Recibir menos (o más) se consideraría explotación, robo de trabajo, o usura. El mutualismo también es crítico con la intervención del gobierno y con la propiedad privada de bienes naturales y se ha lo identificado muchas veces como una ideología económica a medio camino entre la economía clásica -liberal- y el socialismo, con características de ambos.
Los mutualistas se oponen a la idea de individuos recibiendo alguna ganancia, renta o interés (por ejemplo a través de préstamos, inversiones o alquileres) que son considerados en uno u otro nivel acuerdos económicos "injustos" ya que creen que estos individuos no están trabajando. Muchos de ellos argumentan que si la intervención del Estado cesa, este tipo de ingresos desaparecerían al incrementarse la competencia en capital y los individuos recibirían no más ingresos que aquellos en proporción al monto de trabajo que ellos ejercen, viendo la ausencia de lucro como algo deseable. Aunque como el mutualismo es una teoría no-compulsiva, las actividades lucrativas se mantendrían como opcionales. En la medida que aseguran el derecho de los trabajadores al producto completo de su trabajo, los mutualistas respaldan conceptos que ciertos autores han estimado compatibles con la economía de mercado y la propiedad privada alejándose así del modelo tradicional de socialización de los medios de producción (o de nacionalización de los medios de producción) propuesto por el socialismo y el comunismo para superar la sociedad capitalista.