sábado, agosto 21, 2010

El amanecer guaraní


El amanecer guaraní
El tacú de papel
Domingo,  20 de Junio, 2010
Fernando Luis Arancibia U. - Cuentan las crónicas históricas  que en la masacre de Kuruyuki, un 28 de enero de 1892, el espíritu del líder chiriguano Apiguaqui Tumpa prometió regresar para encontrar la Tierra sin Mal para los suyos. En ese entonces, todos creyeron que la voz y presencia de los tupi-guaraníes bolivianos se esfumaría para siempre. Craso error, peor cálculo. Como el grito profundo de la tierra, los hombres de las llanuras grigotanas han vuelto a cobrar protagonismo a la luz de la lucha de los pueblos indígenas del mundo. De nuevo vuelven sus dioses y sus rituales en homenaje al bosque y a los cielos. Otra vez, como en el ayer histórico, reclaman la tierra que fue siempre suya y les fuera arrebatada por los blancos.
Y al volver los ojos al cielo buscarán al planeta Venus, la estrella matutina, a la que llaman el Lucero del Alba para iniciar desde el 19 de junio el Año Nuevo Guaraní. La aparición del Lucero del Alba les anuncia la entrada a la Tierra sin Mal de sus antepasados y de esa manera inician sus celebraciones por varios días. Los nativos guaraníes del sur, afincados en el Chaco, en países como Paraguay y Argentina, tienen fechas distintas de celebración de su Año Nuevo, pero los rituales son los mismos. Piden al Eichu -las estrellas y la luna- les alumbren el camino, y al dios Piyo (Ñandú) una buena caza y los mejores alimentos.
Al buscar en los cielos la Constelación de la Vía Láctea, que denominan Sipe nambí, para encontrar la huella del Ñandú Tumpa, que les guiará a Candiré, la Tierra sin Mal. Los rituales de la espera -los ayarises- configuran el marco simbólico de la llegada de los fuegos del cielo -las estrellas que se fueron en marzo y que vuelven a aparecer a fines de junio-  donde la más visible es el Lucero del Alba. 
Los fuegos del cielo –los astros juntos- tiene un significado similar al de Subaru, de la mitología asiática, que también representa un grupo de estrellas. En las luces del cielo tratan de ver a Ñandurape, al Tapir y al Jaguar de sangre.
La Constelación que retorna, cuyo acercamiento máximo se da en marzo por estar más cerca del Sol, reaparece en junio, coincidiendo con el Año Nuevo Aymara, de diferente simbología y cuya veneración se dirige más al dios Inti –Sol-, pero que coincide con el advenimiento del solsticio y es más fuerte su brillo. Por eso los tupi-guaraníes bolivianos leen el cielo con otros ojos, con los ojos de quienes una día han sido dueños de la Tierra sin Mal y otro día la han perdido. Al vislumbrar la estrella matutina, el Lucero del Alba, es justo que expresen su alegría y sus esperanzas que, como se sabe bien, nunca perecen.
La cosmogonía tupi-guaraní encuentra en los fuegos del cielo la guía de los hombres del bosque y de la llanura, los fundamentos de su vida social, tan antiguos como la Tierra misma, como cuando la estrella del sur estaba al norte y un cataclismo puso todas las cosas al revés. Quizás por ello los del Viejo Continente no entienden los símbolos y las voces del Nuevo Continente. Quizás por ello condenan su visión del todo, su respeto por la Tierra madre, los animales y las plantas, por el cielo y el agua, donde moran todos los dioses. Los mismos dioses que les dieron alimento desde el infinito de las estrellas y la luna.

jueves, agosto 05, 2010

Un soldado "Humanista"


NICOLÁS GUERRA AGUIAR El soldado norteamericano Bradley Manning, de veintidós años, destinado en Irak, servicio de inteligencia militar, será juzgado -y, por tanto, condenado- por un consejo de guerra que presidirán altos mandos de su propio Ejército. La acusación, gravísima: "Robo y difusión de vídeos [operación militar en Bagdad, 2007] y mensajes altamente secretos", enviados estos por el Departamento de Estado. Se le inculpará, también, de la revelación de miles de documentos sobre la guerra en Afganistán.


El primer vídeo (video, en América) notaría que un periodista, un conductor de la agencia Reuters, y otros civiles, fueron asesinados por los bombardeos de helicópteros norteamericanos en Bagdad. El segundo, supuestamente, descubre el exterminio de cien civiles en Afganistán, 2009.


El Ejército USA lo detuvo y, hasta el momento, sigue encarcelado, aunque también es cierto que nadie, desde instancias superiores, intermedias o básicas, ha desmentido la realidad de las imágenes y de las palabras, ni tan siquiera el Premio Nobel de la Paz, señor Obama, su presidente y, por tanto, comandante en jefe.


En la ficha del soldado, el Ejército escribió la voz "humanista", término que proviene del siglo XIV (Renacimiento italiano), referida a las personas que participaban de un pensamiento intelectual con predominio de la razón. Así, estima el Humanismo que los hombres poseen capacidades -como seres racionales que son- para hallar la verdad, aunque también consideró como humanistas a quienes se dedicaban al cultivo de las letras y las artes, estudiaban el mundo clásico de Grecia y Roma y, además, intentaban comprender los porqués de la existencia. Considera, en fin, que se puede ser feliz si se respeta la vida humana, y que el poder político no puede imponer su ideología sobre la razón, la capacidad de pensamiento del hombre.


Visto lo visto, creo que el Gobierno norteamericano (USA) acierta cuando etiqueta al soldado Manning como "humanista" (o "muy peligroso", da igual), es decir, como persona que no acepta los imperativos de la fuerza, de la violencia, como ser pensante que reclama la razón, guía fundamental en el comportamiento humano. Razón que, además, se impregna de las letras, de las sensibilidades, de la cultura clásica.


Que un joven de veintidós años -servicio de inteligencia- haya difundido o enviado material visual y escrito a un medio de comunicación sobre asesinatos cometidos por su Ejército (y callados por la Administración), aun a sabiendas de que en EE. UU. será considerado como traidor, me lleva a la afirmación de que sí es un "humanista", un ser racional, un joven que se sitúa por encima de pasiones y locas arbitrariedades.


Llama la atención, bien es cierto, que entre los cientos de miles de jóvenes soldados USA de hoy -apasionados, irreflexivos, fanáticamente imbuidos de designios mesiánicos- haya uno, como el soldado Manning, que no acepta la misión redentora de su país en aquellas tierras desconocidas, aunque cargadas de millones de bolsas de petróleo, única obsesión de las empresas -y, por tanto, de la Administración-, por más que los depósitos rebosen con la sangre de los inocentes.


El soldado Manning me recuerda -aunque fueron otros tiempos- a los soldados norteamericanos que se manifestaron en EE. UU. para exigir la retirada del millón de compatriotas que permanecían en Vietnam, enviados con engaños y estafas, y donde miles de ellos perdieron brazos, piernas, nobles sentimientos, juventud, y peor aún: la dogmática creencia de que su país actuaba en nombre de la libertad, de la democracia, de la justicia social.


El soldado Manning será condenado, irremediablemente, a miles de años de cárcel. Y lo acusarán de todo y, sobre todo, de su condición de "humanista", es decir, de hombre que usa la razón frente a la barbarie de los asesinatos. Será condenado por denunciar que la felicidad no es alcanzable si no se respeta la condición humana. Pero, sobre todo, porque fue capaz de pensar por sí mismo. Ese es su gran delito.