jueves, agosto 30, 2012

Acuse recibo: "Carta de un joven que se ha ido"


Acuse de recibo: “Carta de un joven que se ha ido”

  • PD
    Editor Jefe
  • ago 22, 2012 • 11:14h
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Estimado Rafael Hernández:
He leído con mucho interés su “Carta a un joven que se va”. Me he sentido aludido, porque hace dos años me marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en el este de Bulgaria. La razón por la que le escribo es para intentar explicarle mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no existen.
Puede que algunos de los que nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta. Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber. O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se cronifique como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no parece importar.
Abandonar o permanecer en tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos morales. Yo elegí este camino porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo contrario, me alegré. Le digo más, me liberé.
Tiene usted razón cuando dice que mi generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola. Pero no se equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero sí igual de demoledoras. En estos veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el tanto lucharon mis padres. He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a su favor. He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”. Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina habanera de 27 y F. Y también he visto a mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano . Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres medallas.
Me habla usted de las conquistas sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados que, a su vez, fueron reemplazados por trabajadores sociales que escribían experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de Latinonamérica (esto no me lo contaron, lo viví) Mis padres tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto. De modo que si somos honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del restaurante griego donde trabajaba mi tía. Pero hay más. En tiempos de mi hermana mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron sus exigencias para maquillar el fracaso escolar. ¿Y sabe una cosa? Yo tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un televisor.
De la medicina poco tengo que decirle porque usted vive en Cuba. Y salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse. Y lo cierto es que, hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra cosa. Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.
Usted dice que el país hace un gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los cubanos. Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de otra forma. Por la razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de Estado, debería dar paso a los que vienen detrás. Rafael, es muy frustrante para un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me den el poder a mí, que tengo 28 años. Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para aprobarlas. No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde. Todo se consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos prefieren pedir permiso.
Dice usted que en mi país se puede votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles. Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar? ¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por ellos? Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad. Resulta paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año. Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que es quien decide lo que se hace o no se hace en el país. Lamentablemente, yo no puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.
Hace unos días escuché a Ricardo Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del tiempo los partidos hacen lo que quieren…” Aunque fuera así, que no lo es (al menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en 1984, los electores en Estados Unidos, por ejemplo, ha tenido siete días de libertad (uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia. Un joven de New Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo, echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama. Los cubanos no hemos podido tomar una decisión así desde 1948 (no incluyo las elecciones de Batista, por supuesto). Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque sólo sea por un día.
Usted probablemente piensa que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse a resolver los problemas. Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país avanzado, equitativo, progresista. Y el que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y vender su casa como si fuera una conquista. Pero eso no es una conquista, es recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución. ¿A eso hemos llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas habremos perdido en estos años? Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso, y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta. Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir. Prefieren que esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos? Sí, Rafael, hemos tenido que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre. Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado a un inmovilismo ideológico que no es otra cosa que miedo al futuro. ¿Y qué hago yo en un país cuyos gobernantes le tienen miedo al futuro…? ¿Esperar a que se mueran…? ¿Esperar a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago…? ¿A convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso? Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están? Recordemos a Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Oriente que tuvo la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema. Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC, ni de la respuesta ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de aviones que chocarían entre ellos) Hoy Eliécer vive marginado por razones políticas. Y no es un terrorista ni un mercenario ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario, que cometió el error de ser honesto. Que triste hacer una revolución para terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me quede, Rafael?
Dejar tu país y tu familia no es un camino fácil. Ni la solución a nada, sólo es un principio. Te vas a otra cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos. Te sientes solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir cosas. Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé. No tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho. He conocido otras realidades, he podido comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los cubanos no somos el centro de nada. Se nos admira por algunas cosas igual que se nos aborrece por otras. También he descubierto que irme no ha cambiado mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda, Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda. Yo estoy de parte de aquellos que buscan el progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la sociedad y sustituir verdades por dogmas.
Por último, Rafael, la casualidad quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia, ni derribaron un muro como en Berlín ni fusilaron un presidente como en Rumania. Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes. Aquí no había fisuras, y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó. No puedo evitar preguntarme: ¿acaso pasaron 40 años fingiendo? Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis, incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los años 80, pero curiosamente, la inmensa mayoría de búlgaros no quiere volver atrás. Y eso que el socialismo que dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos. Pero en este país no piensan en el pasado, piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades (que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la corrupción que generó el estado durante décadas.
El día que ese presente importe en Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana.
Ivan López Monreal
Pomorie, Bulgaria.
Foto: Dmitri Mellos.
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miércoles, agosto 15, 2012

Mensaje de Paz


Mensaje de Colombia

martes, 24 de julio del 2012 a las 20:22
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Economía de palabras

Las lecciones del Cauca

Humberto Vacaflor Ganam

Los indígenas de la región del Cauca, en Colombia, están dando una lección a todo el mundo, aunque para los bolivianos es una advertencia, o un consejo.
Ellos han decidido, después de sufrir medio siglo la violencia que reina en la zona, por las batallas entre el ejército y los cocaleros aliados con narcotraficantes, pedir a todos ellos que se vayan.
Adonde quiera, pero que partan, de inmediato, porque ya no los soportan. Quieren su territorio para ellos, sin delincuentes disfrazados de agricultores o de guerrilleros, y sin tropas abusivas.
Mi amigo Ivone Le Bot escribió hace treinta años un libro sobre la terrible realidad de los indígenas de Guatemala, que durante décadas tuvieron que sufrir las consecuencia de la guerra entre guerrilleros y tropas del ejército, siendo ellos los únicos perjudicados. Los habitantes de la zona, de toda la vida, de toda la historia, perjudicados por unos intrusos que pelean sus guerras privadas.
El mensaje de los indígenas del Cauca cae muy bien ahora en Bolivia y nos muestra, como en un viaje al futuro, lo que podría pasar en el TIPNIS si es que el gobierno cumple su propósito de destruir ese parque y abrirlo para el ingreso de los cocaleros.
Los indígenas del TIPNIS están dando una batalla desigual contra la voluntad de un gobierno que está usando al ejército para confiscarles el combustible que necesitan para movilizarse, mientras entrega regalos a los cocaleros infiltrados en el parque (Conisur).
El cultivo de coca en el Cauca es ajeno a la cultura de los pueblos originarios. Incluso la presencia de un ejército torpe, que combate a los narcotraficantes y sus socios, los cocaleros, es algo ajeno a los indígenas del Cauca.
Es sabido que los indígenas originarios del Chapare, los yuquis, viven ahora mendigando en un tierra que les perteneció pero que ahora esá copada por millonarios cocaleros y multimillonarios narcos. 
Todo lo ajeno a las culturas originarias es ahora cuestionado, no sólo en el Cauca o en el TIPNIS. Los invasores, quienquiera que sean o cualquiera que sea la actividad que desarrollan, son repudiados.
Muy interesante la lección de los indígenas del Cauca.
Vacaflor.obolog.com

domingo, agosto 12, 2012


DOMINGO, 26 de septiembre de 2010
TRIBUNA:LA CUARTA PÁGINA

La crisis dentro de la crisis

Si no encontramos palabras que rompan el silencio y acciones que nos saquen de la parálisis, la crisis será el destino de Occidente. La pasividad y la resignación no son solo consecuencias, sino causas profundas

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No somos economistas, pero intentamos comprender. Vemos una sucesión de crisis -financiera, presupuestaria, económica, política...-, definidas todas ellas por la incapacidad de los Gobiernos para proponer otras medidas que no sean esas denominadas "de austeridad". Hay, finalmente, una crisis cultural: la incapacidad para definir un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento. Cuando sumamos todas estas crisis, que duran ya cuatro años, nos vemos obligados a preguntarnos: ¿existen soluciones o vamos ineluctablemente hacia el precipicio, sobre todo respecto a países como China o Brasil?
Ni los economistas ni los Gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que ralentizar la caída. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la política y la cultural.
El capitalismo es incapaz de autorregularse y el movimiento obrero está muy debilitado
Existen ideas y existen fuerzas. Ahí están la ecología, el feminismo y el respeto a las minorías
2009. La financiera es la que mejor conocemos en su desarrollo, incluida su preparación, a partir de los años noventa, mediante crisis sectoriales o regionales y "burbujas" como la de Internet, o, más tarde, escándalos como el de Enron. Todo esto, junto con el caso Madoff y, sobre todo, el hundimiento del sistema bancario en Londres y Nueva York, en 2008, nos colocó al borde de una situación excepcionalmente grave. Entonces descubrimos la existencia de un segundo sistema financiero que obtiene beneficios de miles de millones de dólares para los directivos de los hedge funds y también para los grandes bancos y sus traders más hábiles. Este segundo sistema financiero no tiene ninguna función económica y solo sirve para permitir que el dinero produzca más dinero. ¿Por qué no hablar aquí de especulación?
Estupor. Después de tantos años de fe en el progreso, de resultados económicos muy positivos y de una multiplicidad sin precedentes de nuevas tecnologías, la economía occidental revela una búsqueda del beneficio a toda costa, una pulsión de latrocinio y corrupción. Gracias al presidente Obama y a los grandes países europeos, se evitó la catástrofe. Pero, desde entonces, la situación no se ha enderezado. Ha sido en Reino Unido donde la catástrofe ha tenido los efectos más destructivos; por eso es también en ese país donde el nuevo Gobierno puede imponer a unos bancos de facto nacionalizados las medidas de control más fuertes.
La izquierda ha perdido el poder en Reino Unido y ha pasado a ser minoritaria en una España abrumada por las consecuencias de la crisis. España había decidido apostar su futuro económico a las cartas del turismo y la construcción, y ha sufrido un choque violento. Su tasa de paro subió hasta el 20% y los españoles le han retirado su confianza a Zapatero, aunque su rechazo hacia el PP de Rajoy es aún más fuerte. Es el ejemplo extremo de una crisis que, como en los demás lugares, no genera propuestas económicas ni sociales nuevas.
Tras la catástrofe de 1929, los estadounidenses llevaron al poder a Franklin D. Roosevelt, que lanzó su new deal. En 1936, Francia recuperó su retraso social con las leyes del Frente Popular. Hoy, silencio, vacío, nada. Los países occidentales no parecen capaces de intervenir sobre su economía. Los economistas responden a menudo que estas críticas no llevan a ningún lado y que las Casandras no hacen sino agravar las cosas. Es falso: Casandra tiene razón, nadie propone una solución.
2010. Las crisis se amplían y se hacen más profundas. En Europa, de forma más visible, pero también en Estados Unidos. El hundimiento de Grecia, evitado en el último momento y después de perder mucho tiempo, ha revelado que la mayoría de los países europeos, incluidos algunos del Este, como Hungría, estaban en plena caída. Su déficit presupuestario resta cualquier realidad al pacto que quería limitarlo al 3% del presupuesto del Estado. La deuda pública se dispara y sabemos que la situación actual implica una reducción del nivel de vida de las próximas generaciones. Ya ni siquiera se habla de "política de recuperación", sino de "rigor" y "austeridad", lo que conduce a muchos Gobiernos a reducir los gastos sociales. Esto se puede ver en Francia, cuyo Gobierno quiere una reforma de las pensiones. El retroceso del trabajo con respecto al capital en el reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.
De nuevo, se trata de una crisis política. La ausencia de movilización popular, de grandes debates, incluso de conciencia de lo que está en juego, todo ello revela una impotencia cuya única ventaja es que nos mantiene alejados de efectos, como la llegada de Hitler al poder, de la crisis de 1929. Pero este vacío aparece cada vez más como la causa profunda de la crisis que como su consecuencia. Ante la implosión del capitalismo financiero, los países occidentales son incapaces de enderezar, e incluso de analizar, la situación. Las poblaciones sufren, pero lo que ocurre en la economía permanece al margen de su experiencia vital. La globalización de la economía ha roto los lazos entre economía y sociedades, y las políticas nacionales han perdido casi cualquier sentido. Hasta los movimientos de opinión más originales, como Move on y Viola, se sitúan en un plano más moral que económico y social. La nave de los locos occidentales se hunde en las crisis mundiales, pero la extrema derecha de los tea parties estadounidenses solo quiere la piel de Obama, acusado de ser musulmán, mientras que la extrema izquierda italiana quiere antes que nada la piel de Berlusconi, que merece ciertamente una condena que la oposición de izquierda no es capaz de obtener proponiendo otro programa.
¿Y qué viene después de 2010? Seguimos subestimando la gravedad y el sentido del silencio general. Hay que cambiar de escala temporal para comprender unos fenómenos cuyo aspecto más extraordinario es que nadie parece ser consciente de ellos.
Hay que interrogarse sobre Occidente. Desde mediados de la Edad Media, Occidente creó un modelo diferente a todos los demás, y lo hizo concentrando todos los recursos, conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religión en manos de una élite triunfante. Así creó monarquías absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo. Pero al precio de la explotación de todas las categorías de la población, desde los súbditos del rey hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este modelo occidental se basó también en las luchas entre Estados, que terminaron transformándose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa. En el plano social, la evolución fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron liberando a fuerza de revoluciones políticas y movimientos sociales. Y los países de Occidente conocieron algunas décadas de mejoría de la vida material, de grandes reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte. Pero fue un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de sociedades polarizadas durante tanto tiempo.
El gran capitalismo acaba de mostrar de nuevo su incapacidad de autorregularse, y el movimiento obrero está muy debilitado. Ya no hay pensamiento en las derechas en el poder. La única gran tendencia de la derecha es la xenofobia; la única gran tendencia de la izquierda es la búsqueda de una vida de consumo sin contratiempos.
No nos dejemos arrastrar a una renuncia general a la acción. Existen fuerzas capaces de enderezar la situación. En el plano económico, la ecología política denuncia nuestra tendencia al suicidio colectivo y nos propone el retorno a los grandes equilibrios entre la naturaleza y la cultura. En el plano social y cultural, el mundo feminista se opone a las contradicciones mortales de un mundo que sigue dominado por los hombres. En el terreno político, la idea novedosa es, más allá del gobierno de la mayoría, la del respeto de las minorías.
Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa de las crisis. ¿Cómo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies?
Pero nuestra impotencia económica, política y cultural no es consecuencia de la crisis, es su causa general. Y si no tomamos conciencia de esta realidad y si no encontramos las palabras que rompan el silencio, la crisis se profundizará aún más y Occidente perderá sus ventajas. Entonces será demasiado tarde para intentar atenuar una crisis que ya se habrá convertido en destino.
Alain Touraine es sociólogo. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

miércoles, agosto 01, 2012

Un humanismo-personalismo espiritual



Fiesta de San Ignacio

Paradigma de dialogo fe y cultura

Ignacio de Loyola, un humanismo-personalismo espiritual para hoy

Lo ignaciano se realiza desde una antropología integral

Agustín Ortega, 31 de julio de 2012 a las 09:11
 Esta veta de la historia de la espiritualidad cristiana e ignaciana: de nuevo se actualizaría y se renovaría en el siglo XX, con los movimientos apostólicos, como los obreros (la JOC o la HOAC), y el Vaticano II
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San Ignacio

  • San Ignacio
(Agustín Ortega).- Ignacio de Loyola, el ser humano y el santo, el místico y el hombre de acción, el pobre humilde y fundador de una las instituciones más significativas de la historia de la iglesia. No hay oposición entre estas diversas facetas de la persona en Ignacio. Al contrario.
Ya que él supo integrar, en una síntesis, lo mejor de un humanismo espiritual, que con sus semillas en la renovación medieval con el movimiento mendicante de Francisco de Asís y Santo Domingo, fue floreciendo entrada la edad moderna con la época del renacimiento. Efectivamente en aquel tiempo convulso, con el surgimiento de la reforma de Lutero y el humanismo de Erasmo o Tomás Moro, Ignacio acogió e integró lo mejor de este humanismo renacentista con lo más fecundo de la espiritualidad cristiana, sin rupturas humanas ni espirituales o eclesiales.
Él fue paradigma de dialogo fe y cultura, de fidelidad mística y comunitaria. En Ignacio se da un crisol de épocas y culturas diversas, donde la tradición bíblica-eclesial y la modernidad se dieron un abrazo fraterno y fecundo que da sus frutos hasta hoy, como veremos.
Ignacio humanista o, diríamos hoy, personalista, sí, que integra el giro antropológico de la modernidad, impulsado de manera decisiva por la fe cristiana, como sucederá asimismo de forma culminante con la ilustración. Y asume éste renovada valoración del ser humano, como el proyecto que Dios tiene para toda persona. Ni más ni menos. Los seres humanos son llamados a la vida y existencia por Dios, para que desde este Don de Dios que vivifica: viva con libertad en la co-responsabilidad adulta y madura de gestionar y hacerse cargo de toda la realidad y de creación. Es decir, unas personas libres y liberadas de las cosas al servicio de los otros, de la humanidad para que cumplan el plan de Dios sobre la historia. Este es el Principio y fundamento (PYF) de su obra clave, los Ejercicios Espirituales (EE 1-10), pedagogía espiritual de lo que fue su experiencia de vida.
En el PYF se muestra claramente este humanismo (personalismo) espiritual de Ignacio. La persona es autor, centro y fin de cualquier cosa o realidad, que está a su servicio y no al contrario. Más es un centro des-centrado a ese proyecto de Dios, que tiene para el mundo de este ser humano, trascendente en las cosas (Zubiri). Las personas se trascienden en la vida y en la historia, donde buscamos, hallamos y encontramos a Dios que habita y trabaja en el mundo. Dios que nos regala su amor, bienes y capacidades de todo tipo para que con nuestras (obras) servicio en el amor, la compartamos con los otros, con toda la humanidad. Así culminan los EE (230-237), con La Contemplación para Alcanzar Amor.
Pero este proyecto de humanismo espiritual, como hemos indicado ya, Ignacio no lo vivió solo. Sino que fue compartido por todo un grupo de personas de una calidad mística muy honda, el conocido siglo (XVI) de oro español. Con personas espirituales de la profundidad de San Juan de Ávila, Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, laEscuela de Salamanca con Vitoria, Soto y Bartolomé de Las Casas, etc. Un proyecto y cultura compartida, que como se muestra en las 4 semanas de los EE y en la mística de dicho siglo: una espiritualidad misionera y encarnada, con una antropología integral en una escuela de la razón y del afecto, del pensamiento y del sentimiento (sensibilidad), del cuerpo y del corazón; en la unión con Jesús y su Humanidad, con el Cristo Pobre y Crucificado, desde y en la vida, en la realidad global. Desde la pobreza evangélica y humildad, en un amor liberador a la humanidad y, en especial, a los pobres. Frente a todo afán (ídolo) de riqueza, propiedad y poder, de injusticia y opresión, donde se compartan la vida, los bienes y la propiedad de una forma fraternal y justa.
De esta forma, la fe bíblica y católica ha asumido el humanismo en su perspectiva encarnada y socio-histórica, profética y crítica-ética. Esto es, el humanismo se realiza desde y con aquellos a los que se les niega en la vida, realidad e historia esta humanización, este ser-humano; es decir, desde y con los pobres (empobrecidos y oprimidos, excluidos), con las víctimas de la injusticia, la desigualdad y la opresión que no permite lo humano, la vida, dignidad y protagonismo del ser humano. Y ello desde la fe y experiencia (mística) de la Revelación de Dios, que en Jesús se hizo Pobre y Crucificado por amor, en la entrega y servicio para que hubiera fraternidad, justicia y paz en la humanidad, desde y con los pobres. Frente a los ídolos del poder, la riqueza y la posesión que esclaviza y sacrifica la vida humana, a los pobres y víctimas.
Como se observa, esta espiritualidad del siglo de oro hereda y renueva lo mejor de la época monástica-patrística y mendicante, y mediará y se actualizará, a posteriori, con las nuevas congregaciones religiosas y sus espiritualidades como las de Vicente de Paúl, A.M. Ligorio o José de Calasanz. Y toda esta veta de la historia de la espiritualidad cristiana e ignaciana: de nuevo se actualizaría y se renovaría en el siglo XX, con los movimientos apostólicos, como los obreros (la JOC o la HOAC), y el Vaticano II, la teología contemporánea o las comunidades eclesiales de base. Y que pudo y puede fecundar, en este sentido, una espiritualidad laical en el compromiso por la justicia, la paz y la transformación del mundo desde los pobres.
Aquí tenemos perspectivas, testimonios y pensadores tan interesantes e importantes, en esta perspectiva humanista y personalista como Cardijn (fundador de la JOC) y Mounier, principal representante de la filosofía personalista. O G. Rovirosa, E. Merino y T. Malagón, promotores de la HOAC en España. Así la HOAC con Rovirosa, que bebió en las fuentes de la espiritualidad ignaciana, ya desde principios de los años 40 del siglo XX promovió, en España, un cristianismo y espiritualidad de encarnación. Con el protagonismo y promoción de los obreros y pobres, contra las injusticias sociales de la dictadura franquista y capitalista de entonces.
Y que frente al nacional-catolicismo en aquella época, fue puente real de dialogo y fe (conversión) auténtica entre los obreros, pobres y gentes de ese tiempo. Con unos planteamientos espirituales, teológicos y pastorales precursores del Vaticano II, que este Concilio y el posterior magisterio de la iglesia consolidarían, en especial con la doctrina social de la iglesia. Un ejemplo paradigmático de la aportación, fecunda e imprescindible, de la fe y el cristianismo a todo este movimiento obrero y social, que influiría decisivamente en otras posteriores experiencias liberadoras, Tales como las comunidades eclesiales de base y la teología latinoamericana, con hombres como G. Gutiérrez , H. Camara o Mons. Romero.
Asimismo, este amor y servicio de la fe que se realiza en la justicia, desde (con) los pobres, es destacado en la identidad y vida contemporánea de la Compañía de Jesús. La inseparabilidad del servicio a la fe y la justicia desde la opción por los pobres, en el diálogo con las culturas y las religiones: es definitoria de la misión actual de los jesuitas. De lo que fueron testigos jesuitas de la talla de T. de Chardin y A. Hurtado, K. Rahner, H. de Lubac y P. Arrupe, o Rutilio Grade, L. Espinal e I. Ellacuría y sus compañeros mártires de la UCA. Ya que esto se encuentra en el corazón de la espiritualidad ignaciana y su tradición e historia: el seguimiento y unión con el Cristo Pobre y Crucificado, para la misión y servicio del Reino con los pobres en el mundo y en la historia.
Lo ignaciano se realiza desde una antropología integral, que abarca lo corpóreo-humano y lo espiritual, lo afectivo y lo teologal. Desde la contemplación en la acción por la justicia y lo activo en la contemplación, buscando, discerniendo y hallando así a Dios en la vida y en todas las cosas, en toda la realidad y creación. Es decir, una vida espiritual desde y con Dios en todas las cosas (servicio y compromiso por la justicia) y todas las cosas en Dios (oración y contemplación desde la vida e historia). Una mistagogía (saborear la trascendencia) en la escuela del corazón, del Amor en Jesús. Para así transformar y renovar toda la humanidad, el mundo y el cosmos en el amor liberador, en la libertad de la pobreza evangélica que ama y sirve a todas las personas. Frente los ídolos de riqueza y el poder que dominan y oprimen. Con un compromiso transformador de las relaciones, cultura y estructuras de mal, de pecado e injustas que realice el bien más universal y global, con sus mediaciones más adecuadas, en la vida, realidad (social e histórica) y en el mundo
Que fecundidad tuvo y tiene este humanismo y personalismo para el pensamiento, la cultura y la sociedad-mundo. Ahí esta también la vida y obra K. Wojtyla (Juan Pablo II) que como han señalado muchos autores se inserta en esta filosofía y pensamiento personalista comunitario, en sus distintas ramas. Con autores como M. Scheler- del que hizo su doctorado en filosofía-, F. Rosenzweig y E. Levinas, los ya mencionados E. Mounier y G. Rovirosa, X. Zubiri e I. Ellacuría...Este personalismo pone el origen, centro y finalidad de toda relación y estructura o sistema: en la persona, en su vida y dignidad; con una base imprescindible en la acción o praxis con sentido e inter-relacional, solidaria, social y transformadora de esta persona en el mundo y en la realidad histórica.
Es una persona que tiene un carácter comunitario y social, que vive y es libre en el servicio, la entrega y responsabilidad con los otros y con la realidad social e histórica. Una personas que sirve y se compromete con la comunidad y con la sociedad, para que se promueva la solidaridad, el bien común universal y de la justicia internacional, frente al individualismo insolidario del neoliberalismo/capitalismo. Este personalismo de Juan Pablo II y Mounier, Rovirosa y Ellacuría: antepone la vida y la dignidad del trabajador al capital, la pobreza solidaria frente a la riqueza; la socialización y justa distribución de los bienes por encima de la propiedad privada; una economía real, ética y humanizadora (personalista) que libera de los ídolos del mercado y del beneficio, de la injusticia de la usura y especulación.
Así, este personalismo ha fecundado y converge con la enseñanza social de la iglesia que considera inmoral tanto a la ideología y sistema del neo-liberalismo, del capitalismo, como también al colectivismo estatalista-stalinista. Ya que estas dos ideologías atentan contra la dignidad y protagonismo de las personas, contra la justicia y libertad real. Más allá de toda ideologización, el personalismo lucha contra todo mal e injusticia, contra toda negación de la vida y dignidad de las personas, venga de donde venga.
Busca la verdad real, ajustarse a la realidad (social e histórica) en la praxis de la justicia liberadora con los pobres. Y promueve el sentido, libertad y felicidad de la persona, que se encuentra en el servicio y entrega de la vida para que haya vida, fraternidad e igualdad en el mundo. Lo que diríamos hoy con ese otro mundo posible, una globalización de la solidaridad, la justicia y la paz, frente a la del capital y la guerra. Solo queda dar gracias a Dios por Ignacio y por todos estos testimonios de humanismo espiritual, para que prosigamos este camino místico, solidario y liberador.