viernes, mayo 20, 2011

España hacia el cambio


Entendiendo la #spanishrevolution

Escrito a las 12:56 pm
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Totalmente de acuerdo con Periodismo Humano: aquí está ocurriendo algo grande. Descartadas absoluta y radicalmente las conspiranoias estúpidas, la interpretación es clara y contundente: la gente está saliendo a la calle porque exigen un cambio. Un cambio de fondo en la manera de hacer política, de gestionar la democracia. Perderse analizando las peticiones de unos y de otros es un ejercicio vano: entre las personas que veo en la calle manifestándose, muy pocos apoyarían de manera expresa esas peticiones. Muchos ni se paran a leerlas, porque simplemente no vale la pena: los ciudadanos salen a la calle con una petición transversal, pidiendo un cambio radical, porque los partidos políticos y el sistema ya no les representan. Representan a otros. Sobre las peticiones concretas… eso vendrá más adelante: por ahora, cambiemos. ¿A qué? Es demasiado pronto para saberlo, y solo cabe desear que, sea lo que sea, sea pacífico, ordenado y civilizado. Completamente de acuerdo con la entrada de Antonio Ortiz en este sentido.
Las claves del movimiento que estamos viviendo:
  1. El origen, el desencadenante: el momento en que tres partidos mayoritarios, PSOE, PP y CiU, pactan para sacar adelante la ley Sinde, en abierta contradicción con la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos, y favoreciendo a un lobby económico de presión. Ojo: eso es únicamente el origen, el detonante: a día de hoy, ya no tiene el menor interés ni relevancia en las protestas. Pero ver los patéticos empeños por “sacar la ley a costa de lo que fuera” con toda la red puesta en su contra y retransmitiéndolo en directo tuvo el mismo efecto, con todo el respeto y pidiendo perdón por la trágica comparación, que el suicidio de Mohammed Bouazizi quemándose a lo bonzo en Túnez. Del activismo en contra de la ley Sinde surgió directamente el movimiento #nolesvotes, además de la cristalización de un patente clima de descontento con toda una manera de hacer política.
  2. Los motivos reales son, y a nadie se le escapan, temas como la gestión de la crisis económica, la corrupción, el desempleo (muy especialmente la tasa de más del 40% de paro juvenil) y sobre todo, la desafección con una clase política identificada como uno de los principales problemas de la ciudadanía en las encuestas del CIS. El desencanto con una forma de hacer política que convierte al votante en un ente sin importancia que deposita una papeleta en una urna y que con ella legitima a un partido para hacer lo que le dé la gana durante cuatro años, un partido convertido en una gran empresa ineficiente y corrupta que responde a los intereses de lobbies de poder, no a los de sus votantes.
  3. El testigo es recogido por otras asociaciones: JuventudSinFuturo primero o DemocraciaRealYAdespués, fueron capaces de organizarse de manera brillante, civilizada y pacífica para trasladar ese movimiento a las calles. Esa era “la prueba de fuego”, el “momento de la verdad”: antes de la materialización de las protestas en la calle, la red hervía con decenas de tweets por minuto, con grupos de Facebook y con entradas en blogs, pero no había dado el paso. Tras las protestas, los ciudadanos se dan cuenta ya no de que no están solos en su opinión, sino de que la organización y la acción son posibles, son una realidad. Y la barrera de entrada que tantos tenían para salir a la calle cae.
  4. La decisión de salir a la calle responde a una sensación general, no a una reivindicación concreta de una serie de puntos programáticos. En la calle puedes ver de todo: personas de todas las edades, de todo tipo de ideología, de toda condición. Estudiantes con camiseta amarilla, desempleados, punkies, jubilados, empresarios, profesores… de verdad, estuve allí, y me encontré con todos esos perfiles, uno por uno, y algunos más. Uno saluda a quien conoce, y tuve ocasión de saludar a varios ex-alumnos, a compañeros de trabajo, a personas que conozco que han montado empresas en la red, a directores de cine, a abogados, a periodistas… de todo, como en botica. Literalmente de todo. No esperes un acuerdo con respecto a las medidas a tomar, es imposible. Pero sobre lo que sí hay acuerdo es sobre la necesidad de un CAMBIO. Y eso no tiene ya vuelta atrás.
  5. La simplificación es mala. Que los jóvenes de izquierdas sean los que más rápidamente tienden a salir a la calle no quiere decir nada, y pretender adscribir una protesta como esta a una ideología o a un partido concreto es sencillamente absurdo. Es normal e inevitable. Pretender ponerse delante de la gente para que parezca que te están siguiendo es más patético aún: en un movimiento hiperconectado, quien intenta “dirigir” aplicando técnicas pastoriles como si se tratase de un rebaño recibe inmediatamente su merecido en la red. En Egipto hubo momentos en los que parecía que los Hermanos Musulmanes monopolizarían la protesta, y otros en los que se veía un claro componente diverso y plural. Aquí no hay líderes, hay personas. No se sigue a nadie en concreto ni es bueno que así sea, se persigue un deseo de cambio, eso es todo. Adscribir las protestas a movimientos organizados, a una estrategia concreta o a unas personas específicas es una interpretación trasnochada típica de quienes no entienden nada de lo que está pasando. Buscar más organización, pretender que se hagan peticiones concretas, pedir un liderazgo más claro y personalizado o buscar debajo de las piedras un origen retorcido es absurdo: no puede ser, y además es imposible.
  6. ¿Y ahora? Ahora más. Encendida la mecha, es muy difícil de parar. La manifestación del 15M en Madrid congregó a decenas de miles de personas en un evento autorizado y organizado durante semanas. La de ayer 17 en Sol, en cambio, se organizó en cuestión de horas, usando únicamente Twitter y Facebook, y llenó casi completamente una plaza de diez mil metros cuadrados hasta convertirla en intransitable. El ejemplo, además, ha cundido ampliamente en otras ciudades. El control de todos estos movimientos es, sencillamente, imposible. Se puede y se debe intentar por todos los medios que todo transcurra pacífica y civilizadamente, pero nada asegura que no surjan desde movimientos incontrolados de un lado hasta reacciones excesivas del otro. La desafortunada orden de desalojo de la acampada de Sol el domingo por la noche desencadenó la manifestación del martes por la tarde, y este fenómeno puede ocurrir más veces.
  7. Lo importante es entender que se ha dado un paso, un paso hacia un modelo en el que los partidos políticos van a tener que entender, por las buenas o por las malas, que no pueden seguir ignorando a los ciudadanos y defendiendo los intereses de otros. Que la política no puede seguir gestionándose así. Esto no es Túnez, ni Egipto: en España hay un gobierno democráticamente constituido y nadie sale a la calle pretendiendo derribarlo, pero son necesarios cambios importantes, cambios de fondo, cambios drásticos que los partidos tienen que acomodar ya. Por el momento, los partidos están minimizando la importancia de este tema, y pensando que “ya se les pasará”. Esa no es la dinámica. Probablemente la magnitud del cambio requerido sea tal, que exija desde modificaciones de la Ley Electoral hasta puede que de la mismísima Constitución. Pero si no se hacen, si no se ven avances en este sentido, el movimiento continuará y seguramente crecerá. Si llegamos al domingo 22 y las elecciones vuelven a presentar el mismo panorama y los mismos mensajes de siempre, mi impresión es que el movimiento se va a intensificar. Pero sobre las dinámicas genuinamente sociales nadie tiene control, ni capacidad de predicción infalible. Lo único cierto es que España ya tiene su revolución.

jueves, mayo 19, 2011

Charles Fourier


I. El visionario tranquilo

     Entre los inventores de sociedades perfectas del siglo xix —una rama ideológica y política de la ficción no menos fecunda que la literaria— no hay nadie comparable a Charles Fourier en su desmesurada ambición de transformar de raíz la sociedad y el individuo, de crear un sistema que por su flexibilidad y sutileza fuera capaz de integrar de manera armoniosa la casi infinita diversidad humana y de diseñar un mundo en el que no sólo cesara la explotación, desapareciera la pobreza y reinara la justicia, sino, sobre todo, en el que hombres y mujeres fueran felices y pudieran gozar de la vida. Este solterón provinciano pasó buena parte de sus 65 años ejercitando mediocres empleos de agente viajero, comisionista y cajero de establecimientos comerciales y escribiendo voluminosos ensayos que poca gente leyó, que todavía menos entendió y que incluso sus propios discípulos a menudo malinterpretaron y censuraron, espantados con las audaces reformas que proponía. Todavía hoy, 175 años después de su muerte, es mucho lo que se ignora de su vida y de su obra, pese a la edición de Obras completas de Anthropos de 1967/ 1968 (que no lo son), así como de su correspondencia y el testimonio de sus contemporáneos. Esta oscuridad no es casual: el pensamiento de Fourier, antiacadémico, torrencial, confuso a veces, y de un inconformismo que lindaba en ciertos momentos con la extravagancia y la locura, es difícil de sintetizar, y de asimilar a la corrección política, por lo que sigue encarnando, todavía en nuestros días, ese écart absolue (apartamiento o distancia total) que se jactaba de representar.
     Fue un hombre genial, un soñador desmesurado, en el que coexistían un intuitivo lúcido que vio, antes que ningún otro utopista de su tiempo, que el problema de la infelicidad humana era más importante y más vasto que la injusticia social y la falta de libertad (aunque aquél no se resolvería sin que se resolvieran también éstos) y que su solución pasaba por la liberación del amor, el sexo y las pasiones de las camisas de fuerza que les habían impuesto las religiones, la moral y la hipocresía de los gobiernos, con un enloquecido forjador de nomenclaturas, esquemas, divisiones y subdivisiones, laberínticas y artificiosas telas de araña en las que creyó, con seguridad pasmosa e infantilismo patético, haber aprisionado todos los secretos del hombre, la sociedad, las relaciones humanas, las instituciones, la cultura, y ser un nuevo Newton, que, como éste al descubrir la ley de gravedad, había descubierto la ley primera y fundamental de la vida, a la que llamó la ley de la Atracción o de las Series Apasionadas, piedra miliar de la recreación utópica de la sociedad que lo ocupó todos los instantes que no estuvo obligado a dedicar en su vida a las odiosas ocupaciones alimenticias en el campo del comercio.
     Nunca ha sido tomado muy en serio por los filósofos, sociólogos, ideólogos y pensadores políticos, más bien como una vistosa y excéntrica figura, una rareza antes que un pensador serio, salvo, acaso, por André Breton, que le dedicó su más hermoso poema ("Oda a Charles Fourier"), pero, ¡ay!, el ser reivindicado y adoptado por los surrealistas ha contribuido tal vez al malentendido que lo acompaña como su sombra, pues refuerza la idea de que había en Fourier más un soñador, un poeta, un artista, que lo que él creía ser: un científico que, valiéndose de la observación y de conocimientos matemáticos, llegó a desvelar con lujo de detalles y precisión algebraica el secreto plan elaborado por el Creador para que la felicidad se entronizara por fin sobre la tierra y alcanzara a todos los seres humanos sin excepción.
     Si le hubieran preguntado cómo se definiría, Fourier hubiera dicho: inventor. O, en sus momentos de modestia, que alternaban con otros de vanidad y egolatría, descubridor. Le gustaba compararse con "esos juiciosos navegantes, Vasco de Gama y Colón, que comprendieron que, para abrir nuevas vías y nuevos continentes, era preciso aventurarse por los mares donde nadie había osado navegar" (XI, vol. IV, pp. 231-232).
     Nunca fue ateo ni agnóstico —a diferencia de otros utopistas, como Owen o Marx— sino un riguroso creyente en la existencia de un Ser Supremo, una divinidad que habría elaborado un cuidadoso plan para hacer posible la dicha humana, pero que, hasta Fourier, los hombres habían sido tan ciegos, estúpidos u ociosos para no descubrir y aplicar. Él fue el predestinado mortal a quien cupo desvelar por fin el programa trascendente que haría de la tierra un paraíso. Esta creencia estaba tan enraizada en Fourier que no vaciló en afirmar cosas como ésta:

Yo sólo he confundido veinte siglos de imbecilidad política, y a mí solo deberán las generaciones presentes y futuras la iniciativa de su inmensa felicidad. Antes de mí, la Humanidad perdió muchos miles de años en luchar locamente contra la Naturaleza; yo fui el primero en ceder ante ella, estudiando la Atracción, órgano de sus decretos. Ella se dignó entonces sonreír al único mortal que le había echado incienso. Y me libró todos sus tesoros. Poseedor del libro de los destinos, yo vengo a disipar las tinieblas políticas y morales y sobre las ruinas de las ciencias inciertas elevo la Teoría de la Armonía Universal (citado por Ch. Pellarin, p. 280).

Frases así parecen las jactancias de un alocado megalómano; pero ellas no deben ser aisladas del resto de una vida entregada con admirable constancia, y casi siempre en soledad y rodeada de incomprensión y fracasos, a desarrollar un sistema social, moral, económico y amoroso, que acabara con la desdicha humana en todas sus formas y pusiera al alcance de todos la particular clase de dicha que ambicionaban. No hay otro utopista, en la vasta tradición de inventores y visionarios de sociedades perfectas, que se esforzara tanto como Fourier en concebir un modelo de convivencia que permitiera coexistir sin represiones ni exclusiones todas las innumerables variedades de tipos y psicologías, sueños, deseos, manías y anomalías que caracterizan la fauna humana.
     La monotonía, rutina y mediocridad de la vida de ese oscuro agente viajero, comisionista de paños, cajero y pasante comercial que vivió siempre a tres dobles y un repique, ofrece un notable contraste con el lujo y la frondosa riqueza de su pensamiento, que se proyecta, animado por una curiosidad universal que recuerda la de los grandes humanistas del Renacimiento, por todos los dominios y disciplinas del quehacer humano, a los que, según su Teoría, vinculaba en un todo unitario la secreta ley de la Atracción. Esta Teoría lo abarca todo: la arquitectura, la gastronomía, la agricultura, la educación, la música, la logística militar, la astronomía, la matemática, la analogía, todas las pasiones humanas, el sexo y el amor, disciplinas sobre las que Fourier meditó, escribió, en las que creyó encontrar vetas secretas y afinidades que las emparentaban y sobre las que legisló, a veces de manera disparatada y absurda, y, a veces, como en el caso del sexo, con una penetración y lucidez que anticipan en más de medio siglo los revolucionarios descubrimientos de Freud.
     La sociedad perfecta de Fourier debía irse erigiendo gradualmente y de manera voluntaria y pacífica —odiaba la violencia por encima de todas las cosas, tal vez porque había visto de cerca y padecido en carne propia los estragos jacobinos del Terror en 1793— mediante la constitución progresiva de Falansterios —que llamó, también, Falanges, Remolinos o Tribus—, pequeñas unidades de trescientas a cuatrocientas familias (unas mil ochocientas personas) que reemplazarían a la familia como la institución básica de la organización social. El Falansterio no obedecía a un patrón único, que se reproduciría sin término. Todo lo contrario: serían funcionales y diversos, en razón de las afinidades y denominadores comunes de las psicologías, idiosincrasias, vocaciones y aptitudes de sus miembros —las Series de Grupos según su nomenclatura—, de manera que cada falansteriano se sentiría en su Falansterio en un medio ambiente estimulante, grato, afín, por la comunidad de intereses, rasgos y ambiciones con los otros miembros, lo que convertiría el trabajo en una diversión y un placer, y dueño siempre de su libertad, pues el ingreso o retiro del Falansterio estarían siempre librados a su soberana libertad. ¿Hubiera sido posible una organización social tan libérrima? Fourier no consiguió nunca, pese a sus denodados esfuerzos, que se estableciera un Falansterio piloto —nunca consiguió el mecenas que se lo financiara—, pero los intentos que llevaron a cabo sus discípulos (rebajando mucho las ideas de Fourier para no escandalizar demasiado al establishment) fracasaron de manera tan dramática que no es arbitrario suponer que, llevada a la práctica, la "revolución societaria o falansteriana" en vez de lograr el orden pacífico y dichoso que él soñó se hubiera desintegrado en la anarquía, o degenerado en un sistema represor, el único que hubiera evitado su disolución.
     Charles Fourier nació el 7 de abril de 1772 en Besançon, en un medio católico y tradicional. Su padre era un acomodado comerciante de tejidos. Fue el último de los cuatro hijos de Charles Fourier y de María Muguet; sus tres hermanas, Marie, Lubine y Sophie (esta última se casaría con Anthelme Brillat-Savarin, el célebre autor de la Fisiología del gusto). Hizo estudios clásicos en el colegio de Besançon, como un estudiante muy brillante, que destacó en música, matemáticas y latín, aunque de una personalidad bastante singular. Por ejemplo, a los siete años, temeroso de pecar por omisión, se confesó ante el cura de todos los pecados imaginables, incluso de la Lujuria (palabra que no sabía qué quería decir). Su padre murió en 1781, cuando Charles tenía apenas nueve años. En el testamento, aquél especificó que el niño sólo recibiría la parte de la herencia que le correspondía si dedicaba su vida a continuar con el trabajo familiar. Esta disposición tendría el efecto de un vaticinio trágico pues, pese a sus esfuerzos, Fourier no consiguió liberarse nunca del comercio, al que de un modo u otro estuvo esclavizado todo el resto de su vida. Según su biógrafo Lehuck, niño todavía juró odio eterno al comercio. Y, en su Teoría, lo consideró un quehacer "parasitario", despreciable, pues no creaba riqueza ni contribuía a aumentar la producción, sino a encarecerla, especulando con ella al trasladarla de los productores a los consumidores.
     La muerte del padre frustró su sueño de seguir estudios superiores (quería entrar a la escuela de ingenieros militares de Méziers). Por eso, fue un autodidacta, con sólo un paso fugaz por la Universidad de París, en 1800, donde siguió un curso de matemáticas. Nunca se casó, y aunque Lehuck asegura que tuvo amantes, éstas fueron muy esporádicas o discretas o no existieron, pues la verdad es que en las escasas e insuficientes biografías escritas sobre él no aparece una sola liaison femenina que parezca haber ejercido alguna influencia, o haber tenido una mínima estabilidad, en la vida de Fourier.
     Esta vida transcurrió, sobre todo, uncida a establecimientos comerciales diversos, en Besançon, Burdeos, Rouan, Marsella, Lyon, y en París, como contador, pasante de libros, agente vendedor, corretista o cajero, y también como representante viajero, lo que le permitió, desde joven, recorrer muchas ciudades de Francia y de Europa.

     En 1789, cuando la Gran Revolución conmovió todos los cimientos de Europa, tenía diecisiete años. En un primer momento, no parece haber afectado su vida, absorbida por sus ocupaciones en el mundo de los negocios, y sus lecturas copiosas sobre todas las materias —su curiosidad era oceánica— a las que dedicaba todos sus momentos libres. Desde muy joven tuvo fama de huraño y solitario, de vida algo hosca y secreta, aunque en una época, frecuentó, en Besançon, Le Vieux Coin, una taberna donde hacía tertulia con un grupo de amigos, algunos de los cuales se convertirían luego en promotores de sus ideas y lo ayudarían con la publicación de sus libros.
     Con el régimen del Terror, en 1793, sufrió una experiencia traumática, acaso la más dura de toda su existencia, un hecho que tendría efecto sobre sus teorías sociales, a las que trató de vacunar contra toda forma de violencia. Este episodio originó su pacifismo, o lo reforzó, pues fue leal a él a lo largo de toda su vida. Nunca admitió la idea de que la reforma de la sociedad debía hacerse mediante la violencia, ni, tampoco, que el individuo fuera forzado por el Estado a actuar de determinada manera para lograr la felicidad. La revolución de Fourier debía ser gradual, pacífica, impulsada por el ejemplo o la persuasión o el contagio y en ella el ciudadano —hombre o mujer— debía gozar de la más estricta libertad para aceptar o rechazar las reformas en marcha. Este aspecto no coercitivo, no violento, es uno de los rasgos más propios y simpáticos del espíritu libertario de Fourier.
     ¿Cuál fue el episodio de 1793? La ciudad de Lyon, declarada rebelde por el Comité de Salud Pública, quedó sitiada por las tropas de la Convención. Fourier, de veintiún años, fue enrolado en las fuerzas militares lionesas en rebeldía. Luego de dos meses, las tropas convencionales entraron en Lyon el 9 de octubre de 1793, practicando feroces represalias contra los insumisos. Fourier se libró de milagro de ser guillotinado, pero todos sus bienes —hacía poco había invertido su parte de la herencia paterna comprando productos procedentes de las colonias francesas— fueron confiscados y quedó arruinado. Esta experiencia —por la que pasó brevemente por la cárcel— marcó su visión crítica de la Gran Revolución y su rechazo de Robespierre, del jacobinismo y de toda acción violenta. Su adhesión al pacifismo fue tan intensa que lo llevó, en su visión de la futura sociedad, a concebir barrocos y complicados sistemas para garantizar un espacio en el que todas las fantasías, manías y extravagancias humanas tuvieran cabida y no fueran rechazadas ni perseguidas.
     En el año 1797 elaboró un plan de modernización de la defensa nacional y viajó a París a presentarlo al Directorio; pero éste, agradeciéndole el esfuerzo, le dio con la puerta en las narices. Fue el primero de una larga cadena de fracasos en sus empeños para servir a su sociedad y hacer aceptar sus innumerables planes de reforma social.
     En 1799, en Marsella, fue testigo y protagonista involuntario de un hecho que lo horrorizó. Por orden de los jefes de la firma en la que trabajaba, debió participar en la destrucción de un cargamento de arroz que sus patrones habían dejado pudrirse, para impedir que cayeran los precios. Que por razones especulativas se procediera así, en un mundo donde millares de familias se morían de hambre, afectó profundamente el espíritu de este hombre sensible y atizó su búsqueda de fórmulas para crear una sociedad diferente, no envilecida por el espíritu de lucro.
     Este mismo año, 1799, fue, según el propio Fourier, el del gran descubrimiento, el punto de partida de su teoría de "la unidad universal", es decir de la tupida red de afinidades secretas que, en la aún no descubierta trama del Creador, unía los seres y las cosas para forjar un mundo coherente donde fuera posible la felicidad para todos los seres humanos.
     Sus primeros escritos publicados son de 1803 y 1804, una serie de artículos que aparecieron en un boletín de Lyon, sobre la "Armonía universal" —el primer esbozo de la doctrina societaria— y unos comentarios de política internacional.
     Su primer libro, la Teoría de los cuatro movimientos, sólo apareció cuatro años más tarde, en 1808. Por razones misteriosas, fue publicado de manera anónima y con una indicación de origen falsa (Leipzig en vez de Lyon). Pese a los esfuerzos del grupo de amigos de Le Vieux Coin para que el libro fuera comentado y leído, la obra pasó totalmente inadvertida, lo que parece haber causado una gran frustración a su autor. Sólo publicaría su siguiente libro catorce años más tarde. Pero eso no significa que en el intervalo no siguiera leyendo, investigando y escribiendo sin tregua, espoleado por su curiosidad infinita y su voluntad reformadora de todas las instituciones y en todos los órdenes.
     En 1812 murió su madre, que le dejó una pequeña renta vitalicia. Al parecer, durante el brevísimo retorno de Napoleón, luego de su fuga de la isla de Elba en 1815 (los Cien Días que terminaron con la derrota de Waterloo) tuvo un cargo relativamente importante en la alcaldía de Lyon. Entre 1816 y 1820, Fourier vive retirado, en el campo, en la pequeña localidad de Talissien, pueblo de Bergey donde su familia poseía tierras. En esos años comienza la redacción de sus manuscritos, entre ellos el Tratado de la asociación doméstico-agrícola, el segundo de sus libros, que sólo aparecerá en 1822.
     Pero, acaso, lo más importante que le ocurre en esos años oscuros, en el Bergey, mientras vivía entre Talissien y Belley, son las curiosas y misteriosas relaciones con sus sobrinas, dos hijas de una de sus hermanas, Marie, a las que por lo visto sorprendió entregadas a la licencia y a los excesos sexuales (por ejemplo, compartiendo las caricias de un mismo galán). Lo que conocemos de esta relación es muy vago, algo que debe ser reconstruido a base de muy breves testimonios que sobrevivieron a la censura de familiares y discípulos de Fourier, que no vacilaron en suprimir, censurar y sin duda destruir muchos documentos que consideraban excesivamente osados en materia amorosa.
     Lo importante es que de aquellas experiencias con las dos audaces y libérrimas sobrinas —las que, según confesión del propio Fourier, se burlaban de él por no participar en sus fiestas sexuales— nació acaso el aspecto más original, audaz y vigente del pensamiento de Fourier: el relativo a la libertad sexual, su diseño de un modelo de sociedad en la que el amor pudiera ejercitarse sin ningún género de cortapisas para producir la felicidad general. El libro donde Fourier expuso esta teoría, Le nouveau monde amoureux (El nuevo mundo amoroso) permaneció oculto, pues el discípulo que heredó el manuscrito, Victor Considérant, no se atrevió a publicarlo (sin duda, hubiera sido censurado por la moral puritana reinante tanto bajo el reinado de Louis Philippe como en el de Louis Bonaparte) y sólo apareció más de un siglo después, ¡en 1967!
     Pese a la escasa, para no decir nula, repercusión de sus libros, Fourier no perdió nunca la esperanza de que sus ideas reformadoras acabaran por imponerse. Enemigo de toda acción violenta, su idea de la "revolución societaria" era la siguiente: un hombre con recursos económicos o poder político, seducido por sus ideas, financiaría el primer Falansterio piloto. El éxito de esta pequeña sociedad perfecta, la convertiría en una semilla de la que irían germinando, por contagio, otros Falansterios, que irían extendiendo la revolución societaria al conjunto de la sociedad. De acuerdo a este plan, desde 1822 más o menos, Fourier empezó a buscar al "candidato", es decir el mecenas ilustrado que, seducido por la filosofía societaria, invertiría lo necesario en la creación del primer Falansterio. Esta búsqueda lo llevó a enviar cartas y propuestas a la más heterogénea colección de personas, empezando por el propio Louis Philippe, o el Doctor Francia, el tirano de Paraguay, y siguiendo por Lady Byron o el empresario y reformador utópico escocés Robert Owen, a quien ofreció trabajar a sus órdenes en la colonia de New Lanark si aceptaba sus teorías. Otros candidatos en los que pensó fueron: Bolívar, Chateaubriand, George Sand, el presidente Boyer de Santo Domingo y el príncipe Boyardo Scheremetou. Según un testimonio de Béranger, que lo conoció y lo admiraba, once años antes de morir, es decir en 1826 o 1827, Fourier publicó en la prensa de París un aviso anunciando que todos los días estaría en su casa de Saint-Pierre, en Montmartre, al mediodía, para recibir y dar todas las explicaciones del caso al hombre ilustrado dispuesto a invertir un millón de francos en la creación del primer Falansterio. Y Béranger añade que la fe en la buena entraña del ser humano que alentaba Fourier era tan grande, que los once últimos años de su vida nunca dejó de remontar la colina de Montmartre, rumbo a su modesta casita de la rue Saint-Pierre, para esperar a aquel mecenas que nunca llegó. ~

lunes, mayo 16, 2011

humanismo transnacioal


ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Humanismo transnacional

La vida internacional ya no se resume en una yuxtaposición de soberanías y una confrontación de poderes. Se va configurando poco a poco un humanismo internacional o, mejor, trasnacional 

16.05.11 - 02:01 - 
Las intervenciones militares de la comunidad internacional, tan dispares, desde Iraq hasta Libia, han generado un intenso debate. No les falta razón a quienes subrayan la contradicción de determinadas operaciones, su carácter selectivo según el interés de las grandes potencias. Pero conviene no olvidar de dónde surge el deber de tales intervenciones. Por un lado, la realidad de nuestra interdependencia nos ha situado frente a nuevas responsabilidades; por otro, desde Ruanda o Srebrenica sabemos que el tratamiento estrictamente humanitario de las crisis y las catástrofes no tiene ninguna eficacia, cuando están por medio crueles masacres y la represión brutal de los derechos humanos más elementales. Esta experiencia ha hecho que el discurso humanitario haya salido de la lógica de la neutralidad para entrar en la lógica de la responsabilidad.
Mientras que los derechos humanos han servido para construir la soberanía de los estados, hoy la condicionan y cuestionan. Varios siglos de construcción del estado de derecho y la democracia han conseguido desdivinizar la soberanía interna de los estados; ahora se trata de relativizar sus intereses en materia de política exterior. Si en otros momentos de la historia los derechos humanos relativizaron la política interior de los estados, actualmente apuntan a las relaciones internacionales: el gran desafío de los derechos humanos es hoy el descubrimiento de la humanidad más allá de la nación. Poco a poco la humanidad se impone como un referente de la política internacional haciendo retroceder a la idea de la soberanía nacional o los intereses correspondientes.
Vivimos en un momento de ruptura en el orden internacional: se han acabado las historias de la bipolaridad, el enfrentamiento ideológico y las potencias militares rivales, pero también el final de un mundo entendido como la yuxtaposición de estados nacionales dedicados a competir entre ellos o a coexistir en la recíproca indiferencia. La globalización ha hecho de la interdependencia un principio activo del juego internacional que cuestiona directamente la idea misma de soberanía. Además de la realidad de la interdependencia, el otro gran principio limitante de la soberanía es el respeto a los derechos humanos, cuya violación activa el deber de intervenir de la comunidad internacional. En el fondo, ambos principios están entrelazados pues lo que ha precipitado la práctica generalizada de la intervención no es un descubrimiento idealista de los derechos humanos, sino la realidad de nuestra interdependencia. Esta dependencia mutua ha dado lugar a nuevos escenarios de responsabilidad en los que aumentan las demandas de cooperación y de intervención: llamamientos a empresas para que inviertan y creen empleo, a los estados para que cumplan determinadas exigencias presupuestarias que no dañen al conjunto, a las instituciones internacionales para prestar o asisitir, a un poder regional o mundial para restablecer la seguridad.
Este es el contexto a partir del cual la ONU formula el principio de la 'responsabilidad de proteger', como un deber al que acompaña, bajo determinadas condiciones, el derecho de injerencia. La soberanía fue salvada o congelada por la Guerra Fría. La amenaza exterior implicaba que el poder de los estados permanecía intacto, al precio de los más graves atentados contra los derechos humanos. Los bloques ideológicos creyeron poder ignorar exigencias humanas fundamentales en nombre del principio de la no injerencia, del que no hacían más que un uso puramente retórico ante sus rivales. Pero estas circunstancias han cambiado radicalmente. Una verdadera política internacional de los derechos humanos resulta posible cuando ya no está instrumentalizada por la competencia bipolar. Los derechos humanos de otros son cada vez más un asunto cotidiano de la vida internacional, con independencia de las adscripciones ideológicas, que ya no sirven de excusa para mantener situaciones intolerables. La vida internacional ya no se resume en una yuxtaposición de soberanías y una confrontación de poderes. Se va configurando poco a poco un humanismo internacional o, mejor, trasnacional. Existen ya instituciones capaces de fijar prácticas eficaces, la lenta ascensión del principio de jurisdicción universal, la universalización de los derechos humanos y el reforzamiento de la integración internacional son elementos de buena gobernanza capaces de hacer frente a largo plazo a la diseminación de la violencia.
Hay muchos actores y redes que intervienen para hacer operativa la idea de humanidad, en competencia con los intereses nacionales y modificando el valor y la eficacia de los recursos clásicos del ejercicio del poder. Al mismo tiempo, la referencia a la humanidad ha pasado de ser un discurso privado, propio de las instituciones «sin fronteras», a politizarse en la medida en que los estados se enfrentan a nuevas responsabilidades, para convertirse en principio de vigilancia internacional.
Por supuesto que no podemos hablar aún de democratización de la vida internacional: aún queda mucho poder estatal arbitrario. No es que la política internacional de los derechos humanos haya sustituido el cinismo por la moral o los gobiernos por las ONG... Aunque siempre y en todas partes se haya evocado a la humanidad, esta referencia tiene en el mundo actual una nueva oportunidad: el humanismo transnacional consiste en poner la exigencia de integración más allá de las ventajas unilaterales o convencer de que estas ventajas son precarias si no están inscritas en un proceso de integración internacional.

miércoles, mayo 11, 2011

Carta de A. Pérez E. a Barack Obama


Estimado Barack:

Al dirigirte esta carta lo hago fraternalmente y a la vez para expresarte la preocupación eindignación de ver cómo la destrucción y muerte sembradas en varios países, en nombre de la “libertad y la democracia”, dos palabras prostituidas y vaciadas de contenido, terminan justificando el asesinato y es festejado como si se tratase de un acontecimiento deportivo.
 Indignación por la actitud de sectores de la población de los EE.UU., de jefes de Estado europeos y de otros países que salieron a apoyar el asesinato de Bin Laden, ordenado por tu gobierno y tu complacencia en nombre de una supuesta justicia.
No buscaron detenerlo y juzgarlo por los crímenes supuestamente cometidos, lo que genera mayor duda; el objetivo fue asesinarlo.
 Los muertos no hablan, y ante el miedo a que el ajusticiado pudiera decir cosas no convenientes para los EE.UU., la salida fue el asesinato y asegurar que “muerto el perro se terminó la rabia”, sin tener en cuenta que no hacen otra cosa que incrementarla.
Cuando te otorgaron el Premio Nobel de la Paz, del cual somos depositarios, te envié una carta que decía: “Barack, me sorprendió mucho que te hayan otorgado el Nobel de la Paz, pero ahora que lo tienes debes ponerlo al servicio de la paz entre los pueblos; tienes toda la posibilidad de hacerlo, de terminar las guerras y comenzar a revertir la  grave situación que vive tu país y el mundo”.
 Sin embargo has incrementado el odio y traicionado los principios asumidos en la campaña electoral ante tu pueblo, como poner fin a las guerras en Afganistán e Irak y  cerrar las cárceles en Guantánamo y Abu Graib en Irak.
 Nada de eso has logrado hacer; por el contrario, decides comenzar otra guerra contra Libia, apoyada por la OTAN y la vergonzosa resolución de las Naciones Unidas de  apoyarla; cuando ese alto organismo, empequeñecido y sin pensamiento propio, ha perdido el rumbo y está
Sometido a las veleidades e intereses de las potencias dominantes.
La base fundacional de la ONU es la defensa y promoción de la paz y dignidad entre los pueblos.Su preámbulo dice: “Nosotros los pueblos del mundo…”, hoy ausentes de ese alto organismo.
Quiero recordar a un místico y maestro que tiene en mi vida una gran influencia, el monje trapense de la Abadía de Getsemaní en Kentucky, Tomás Merton, quien dice: “La mayor necesidad de nuestro tiempo es limpiar la enorme masa de basura mental y  emocional que atasca nuestras mentes y convierte toda vida política y social en una  enfermedad de masas. Sin esa limpieza doméstica no podemos comenzar a ver. Si no vemos no podemos pensar”.
Eras muy joven Barack durante la Guerra de Vietnam; tal vez no recuerdes la lucha del pueblo norteamericano por oponerse a la guerra.
Los muertos, heridos y mutilados en Vietnam hasta el día de hoy sufren sus consecuencias.
Tomás Merton decía –frente a un matasellos del correo que acababa de llegar, The U.S.
Army, key to peace, “El ejército estadounidense, clave de la paz”–: ningún ejército es clavede la paz.
Ninguna nación tiene la clave de nada que no sea la guerra. El poder no tiene nada que ver con la paz. Cuando más aumentan los hombres el poder militar, más violan la paz y la destruyen.
He compartido y acompañado a los veteranos de guerra de Vietnam, en particular a Brian Wilson y sus compañeros, quienes fueron víctimas de esa guerra y de todas las guerras.
 La vida tiene ese no sé qué de lo imprevisto y sorprendente, de la fragancia y belleza que Dios nos dio para toda la humanidad y que debemos proteger para dejar a las generaciones futuras una vida más justa y fraterna; restablecer el equilibrio con la Madre Tierra.
Si no reaccionamos para cambiar la situación actual de la soberbia suicida, arrastrando a los pueblos a recovecos profundos donde muere la esperanza, será difícil salir y ver la luz. La humanidad merece un destino mejor.
Sabes que la esperanza es como el loto que crece en el fango y florece en todo su esplendor mostrando su belleza. Leopoldo Marechal, ese gran escritor argentino, decía que “del laberinto se sale por arriba”.Y creo, Barack, que después de seguir tu ruta  equivocando caminos, te encuentras en un laberinto sin poder encontrar la salida y te entierras más y más en la violencia, en la incertidumbre, devorado por el poder de dominación, arrastrado por las grandes corporaciones, el complejo industrial militar, y crees tener el poder que todo lo puede y que el mundo está a los pies de los EE.UU. porque impone la fuerza de las armas, e invades países con total impunidad.
Es una realidad dolorosa, pero también existe la resistencia de los pueblos que no claudican frente a los poderosos.
Son tan largas las atrocidades cometidas por tu país en el mundo que daría tema para largo, es un desafío para los historiadores que tendrán que investigar y saber de los comportamientos, política, grandeza y pequeñeces que han llevado a EE.UU. al monocultivo de las mentes que no le permite ver otras realidades.
 A Bin Laden, supuesto autor ideológico del ataque a las Torres Gemelas, lo identifican como el Satán encarnado que aterrorizaba al mundo y la propaganda de tu gobierno lo señalaba como el “eje del mal”, y eso le ha servido para declarar las guerras deseadas que el complejo industrial militar necesita para colocar sus productos de muerte.
 Sabes que investigadores del trágico 11 de septiembre señalan que el atentado tiene mucho de “autogolpe”, como el avión contra el Pentágono y el vaciamiento anterior de las oficinas delas Torres; atentado que dio motivo para desatar la guerra contra Irak y  Afganistán y ahora contra Libia; argumentando en la mentira y la soberbia del poder que todo lo hacen para salvar al pueblo, en nombre de “la libertad y defensa de la democracia”, con el cinismo de decir que la muerte de mujeres y niños son “daños colaterales”.
 Eso lo viví en Irak, en Bagdad con los bombardeos a la ciudad y el hospital pediátrico, y en el refugio de niños que fueron víctimas de esos “daños colaterales”.
La palabra vaciada de valores y contenido, por lo que al asesinato lo llamas muerte y dices que por fin EE.UU. ha “muerto” a Bin Laden.
 No trato de justificarlo bajo ningún concepto, estoy en contra de todo terrorismo, tanto de esos grupos armados, como del terrorismo de Estado que tu país ejerce en diversas  partes del mundo apoyando a dictadores, imponiendo bases militares e intervenciones armadas, ejerciendo la violencia para mantenerse por el terror en el eje del poder mundial. ¿Hay un solo “eje del mal”? ¿Cómo lo llamarías?
¿Será por ese motivo que el pueblo de los EE.UU. vive con tanto miedo a las represalias de quienes llaman el “eje del mal”? El simplismo e hipocresía de justificar lo injustificable.
 La paz es una dinámica de vida en las relaciones entre las personas y los pueblos; es  un desafío a la conciencia de la humanidad; su camino es trabajoso, cotidiano y esperanzador, donde los pueblos son constructores de su propia vida y de su propia historia. La paz no se regala, se construye, y eso es lo que te falta, muchacho: coraje para asumir la responsabilidad histórica con tu pueblo y la humanidad.
 No puedes vivir en el laberinto del miedo y la dominación de quienes gobiernan los EE.UU., desconociendo los tratados internacionales, los pactos y protocolos, de gobiernos que firman pero no ratifican nada y no cumplen ninguno de los acuerdos, pero hablan en nombre de la libertad y el derecho.
 ¿Cómo puedes hablar de la paz si no quieres cumplir con nada, salvo los intereses de tu país?
 ¿Cómo puedes hablar de la libertad cuando tienes en las cárceles a prisioneros inocentes, en Guantánamo, en los EE.UU., en las cárceles de Irak, como la de Abu Graib, y en Afganistán?
 ¿Cómo puedes hablar de los derechos humanos y la dignidad de los pueblos cuando los violas permanentemente y bloqueas a quienes no comparten tu ideología y deben soportar tus abusos?
 ¿Cómo puedes enviar fuerzas militares a Haití después del devastador terremoto y no ayuda humanitaria a ese sufrido pueblo?
 ¿Cómo puedes hablar de libertad cuando masacras a los pueblos del Medio Oriente y propagas guerras y torturas, en conflictos interminables que desangran a los palestinos e israelíes?
Barack: mira para arriba de tu laberinto, puedes encontrar la estrella que te guíe, aunque sepas que nunca podrás alcanzarla, como bien lo dice Eduardo Galeano.
Busca ser coherente entre lo que dices y haces, es la única forma de no perder el rumbo. Es un desafío de la vida.
 El Nobel de la Paz es un instrumento al servicio de los pueblos, nunca para la vanidad personal.
Te deseo mucha fuerza y esperanza, y esperamos que tengas el coraje de corregir el camino y encontrar la sabiduría de la paz.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2011
Un día como hoy, hace 34 años, volví a la vida; tuve un vuelo de la muerte durante la dictadura militar argentina apoyada por los EE.UU., y gracias a Dios sobreviví y tuve quesalir por arriba del laberinto de la desesperación, y descubrir en las estrellas el camino para
 poder decir, como el profeta: “La hora más oscura es cuando comienza el amanecer”.
Adolfo Pérez Esquivel (n. Buenos Aires, Argentina, 26 de noviembre de 1931), es un escultor, arquitecto y pacifista argentino. En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su compromiso con la defensa de los Derechos Humanos en Iberoamérica. 

martes, mayo 03, 2011

Sábato


BBC Mundo  30 Abr 2011 | 04:39 pm - Por BBC

Sabato: dejó la ciencia por las letras y las letras por el humanismo

Sabato era considerado uno de los literatos más importantes de Argentina y ha sido premiado por sus obras en reiteradas ocasiones en numerosos países del mundo

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El escritor argentino Ernesto Sábato 
El escritor argentino Ernesto Sábato | Archivo


A pocos meses de cumplir 100 años de edad, murió este sábado el escritor argentino Ernesto Sabato, autor de uno de los libros más leídos en América Latina, El Túnel.
Sabato era considerado uno de los literatos más importantes de Argentina y ha sido premiado por sus obras en reiteradas ocasiones en numerosos países del mundo.
El escritor además presidió la comisión que por primera vez investigó y preparó el primer informe sobre los crímenes de lesa humanidad ocurridos durante el último gobierno militar (1976-1983).
Este domingo, su hijo, Mario, tenía previsto dar una charla en la Feria del Libro de Buenos Aires en el marco de lo que sería una serie de festejos para recordar su vida en su centenario.
Pero una bronquitis severa le impidió alcanzar sus 100 años, que hubiera cumplido este próximo 24 de junio.
La obra
Sabato, en los años 30, era una personaje con un pie en la militancia comunista y otro en la ciencia.
"El proviene de la izquierda tradicional con la que rompe al verse desencantado", señaló el secretario de Cultura de Argentina, Jorge Cosía.
Temiendo persecución por parte del gobierno de Josef Stalin, al deslindarse y cuestionar el del comunista, Sabato rechaza un viaje a Moscú y se aboca de lleno en Buenos Aires a la ciencia, hasta que obtiene un doctorado en Física en 1938.
Fue justamente la ciencia la que inspiró su primer libro. Y no por su creencia en este campo sino por las contradicciones que encontró en la exactitud y los números.
Lo que Sabato definió como una "crisis existencial", fue lo que generó su primer libro, en 1945, Uno y el Universo, a pocos años después de abandonar la ciencia y dedicarse por entero a las humanidades.
Esta publicación ofrece una serie de reflexiones filosóficas en donde el escritor cuestiona la supuesta neutralidad moral de la ciencia.
Pero su trabajo más difundido llegó pocos años después. El Túnel, fue una novela que se llena del existencialismo del momento cuyo tema central es el asesinato y de cómo el amor se puede convertir en odio.
Esta obra le valió los elogios de grandes filósofos como el francés Albert Camus, y llegó a ser lectura obligatoria en centros académicos en todo el mundo, al ser traducida en varios idiomas.
De hecho, con motivo de los 100 años del escritor, en el Reino Unido se reeditará El Túnel, como homenaje.
Otro de sus escritos fue Sobre Héroes y Tumbas, una novela histórica que se publicó en 1961 y reconocida como una de las mejores en su género.
Este libro fue complementado con Abaddón, el Exterminador, en 1974, donde Sabato aparece de manera autobiográfica y surgen de nuevo personajes de su novela histórica.
Por su trayectoria, en 1984 fue galardonado con el máximo honor de la literatura hispana, el Premio Cervantes, con el que se convirtió en el segundo argentino en obtener esta mención, luego de Jorge Luis Borges.
"Su obra debe ser valorizada como un intento de visión del hombre esperanzado pero dentro de espacios de amargura", dijo a medios locales el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González.
El investigador
El año 1984 también tendría particular relevancia para Sabato. Fue el segundo período de 12 meses en el que estuvo al frente de la Comisión Nacional contra la Desaparición de Personas (Conadep), que investigó por primera vez las violaciones a los derechos humanos durante el último gobierno militar.
El reporte se llamó Nuncas Más y recogió decenas de testimonios de los horrores de las cámaras de torturas y muerte del llamado Proceso de Reorganización Nacional que llevó a cabo la junta militar desde que llegó al poder en 1976.
El prólogo fue escrito por Sabato y en él habla de la violencia de la dictadura y de los grupos insurgentes, lo que le valió cierta crítica porque de alguna forma se interpretó que repetía el argumento del sector militar sobre la dualidad de responsabilidades que justificó la represión desatada.
"Para valorar a Sabato no sólo se puede hablar de sus obras, sino de su reunión con el gobierno militar", señaló González.
"Su vida tuvo polémica y eso hay que recordarlo. Ahora se coloca frente a la inclemencia de la historia"
Horacio González, director de la Biblioteca Nacional
En 1976, el escritor junto a otros intelectuales argentinos se reunió con el gobernante de facto Jorge Videla, quien acababa de asumir el poder.
"Hablamos de cultura en general, de temas espirituales, históricos y vinculados a los medios masivos de comunicación", señaló entonces el literato, tras el encuentro.
La cita le generó críticas por un sector de la sociedad, porque ocurrió en un momento de gran represión contra militantes de izquierda en el país. De hecho, con motivo del centenario de Sabato, algunas publicaciones locales preparaban reportajes recordando el controvertido episodio.
"Su vida tuvo polémica y eso hay que recordarlo. Ahora se coloca frente a la inclemencia de la historia", señaló González.
Sin embargo, Graciela Fernández Meijide, activista de los derechos humanos y quien trabajó con Sabato en la Conadep, terció que "en ese entonces muchos pensaron que el gobierno militar restablecería el orden tras el golpe de Estado. Y muchos cambiaron de opinión después".
Y agregó que en su trabajo en la Conadep "Sabato quería que las cosas se hicieran bien".
El final
Hace pocos días, BBC Mundo estableció contacto con la familia Sabato para intentar pactar una conversación con el escritor con motivo de su centenario.
Con cordialidad la solicitud fue denegada. El argumento era que, al tener tan avanzada edad, sus allegados preferían que se recordase a Sabato por la lucidez de sus ideas y no por la degeneración de su estado físico.
Poco se sospechaba de su delicada salud.
Ahora en Argentina, los actos previstos para celebrar un siglo de existencia probablemente se tornarán en un período de recuerdo para uno de los grandes escritores de América Latina.