Ha muerto el prisionero político cubano
Orlando Zapata Tamayo después de una huelga de hambre de más de dos
meses. Le han dejado morir en un hospital después de golpizas,
maltratos y torturas psicológicas. La radicalidad de la muerte. La
indiferencia de todo el aparato político de la dictadura y de los
gobiernos latinoamericanos legitimando al régimen en la última cumbre.
Los créditos millonarios de Brasil sin exigir libertad y democracia. La
indiferencia y la irresponsabilidad en la legitimación de una dictadura
por parte de los Estados Unidos, la Unión Europea, y especialmente del
gobierno de España. Pasan los intereses económicos, los dineros, los
negocios. La vida de un hombre no es importante, no interesa a nadie un
hombre de pueblo diciendo y exigiendo lo que nadie quiere escuchar:
libertad y respeto de los derechos universales. Mi pésame a su madre y
a su familia. Que descanse en paz.
No es posible que ésto continúe y deben dejar de hacer las huelgas
de hambre. Los secuestradores, los carceleros no sienten piedad, ni
compasión con los prisioneros ni con sus familiares. Su consigna de
propaganda durante medio siglo ha sido: Patria o Muerte como resumen
del dogma de la irracionalidad y el extremismo. La sociedad civil
encarcelada y secuestrada no debe dialogar con el sadismo desde
posturas radicales. La vida es el único bien frente a la enajenación
y la perversión del poder totalitario. La vida es la única verdad
frente a la impunidad. La muerte de Orlando Zapata Tamayo quita la
máscara una vez más, y muestra el verdadero rostro de la
deshumanización del poder absoluto, la mezquindad de los Castros,
«reinan» y están por encima de la vida de su pueblo, de las leyes, de
todo orden humanista y de la razón.
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